En uno de los cuentos más famosos encontramos el sentido de un problema tratado en psicología, el síndrome de Cenicienta. Aunque se generaron dos vertientes, te vamos a mostrar especialmente la que afecta a los niños. Se ha escrito mucho sobre ello e, incluso, han aparecido debates bastante polémicos al respecto. A continuación, te contamos en qué consiste, cómo lo puedes detectar y la manera de tratarlo. Amplia tu formación y especialízate en el ámbito de la psicología con doble máster en Psicología aplicada en el Ámbito Educativo y en Psicología Infantil y Adolescente.
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¿Qué es el síndrome de Cenicienta?
Para entender mejor este síndrome, descrito por primera vez por el doctor Peter K. Lewin, debemos analizar el famoso cuento. Si recuerdas bien, Cenicienta vivía en su casa con su madrastra y las dos hijas de esta. Existía una relación alejada de lo normalmente parental. La madrastra mostraba rechazo por esta joven, que seguramente estaba en la etapa adolescente. En cambio, sí presentaba una mayor afinidad hacia sus hijas de sangre.
Ante lo anterior, tenemos que citar las teorías de psicólogos como Mark Pagel, Martin Daly y Margo Wilson. Ellos abren el debate de los infanticidios sufridos por parte de padrastros y madrastras. Aseguran que la falta de parentesco llega a aumentar el porcentaje de maltratos de los padres no biológicos a sus hijastros. Como puedes ver, se hace hincapié al cuento, donde se representa perfectamente la relación de servidumbre a la que estaba sometida Cenicienta.
De esta relación tormentosa con la madrastra, surge el deseo de ser salvada por un apuesto príncipe, que la libre de tal condición. Esta es una segunda vertiente surgida de este síndrome, también interesante, que habla de la necesidad del adolescente por alejarse de sus padrastros.
Regresamos a la teoría de los psicólogos evolucionistas; Mark Pagel no tardó en encontrar una respuesta desfavorable. Psicólogos como Burgess y Drais, así como el filósofo David Buller, se refieren a esos casos como sesgados. Para ellos no representan la realidad del maltrato infantil, sino que este es un asunto aún más complejo. Señalan que el maltrato debe tratarse de manera independiente al factor genético.
El síndrome de Cenicienta en los niños
Una vez que te hemos comentado las diferentes posibilidades del síndrome de Cenicienta, prestaremos especial atención en la teoría de Lewin. El psicólogo, que explicó este síndrome al editor del Canadian Medical Association Journal, lo centra más en la reacción infantil.
Para Lewin, el niño afectado de este síndrome tiende a crear una imagen demonizada de su madrastra. La llega a acusar falsamente de maltrato o resalta un descuido que realmente no existe por parte de ella.
No podemos evitar preguntarnos acerca del mito de Cenicienta y cómo puede cambiar el apego por causa de cuestiones genéticas. Al no poseer una conclusión clara acerca de este síndrome, por su debate reciente, es necesario analizar cada caso individualmente.
Debemos centrarnos en que el síndrome de Cenicienta es más característico en hijos adolescentes. También es preciso comprender cada circunstancia, como la pérdida reciente de la progenitora o el trauma que pueden sufrir tras la separación de sus padres.
Sentir cómo su madre natural es reemplazada conlleva a generar en el menor una imagen negativa de la madrastra. A veces, esta misma situación se produce con la nueva pareja del padre. Es normal que surjan dificultades de convivencia en jóvenes que han visto un cambio drástico en su realidad, como tener una madrastra.
Estados de rebeldía, no reconocer a la nueva figura materna o no poder realizar, sencillamente, su voluntad, pueden llevar a este síndrome.
Hay que resaltar que es algo más raro que se dé cuando los niños son muy pequeños. Les va a resultar más sencillo acostumbrarse a la nueva situación, tanto a los menores como a las madrastras.
Cómo detectarlo
Obviamente, es importante resaltar que, aunque se dan casos de maltrato, la mayoría suele responder a factores muy dispares. Así, es necesario analizar los ámbitos sociológicos, económicos y culturales para entenderlos mejor.
En este caso, para detectar el síndrome teorizado por el doctor Peter K. Lewin, hay que analizar los procesos vividos por los jóvenes afectados. Es fácil, dentro del seno familiar, darse cuenta de las asperezas de los hijos hacia la madrastra. Será más complicado para las autoridades docentes y legales comprobar las acusaciones falsas de maltrato, al menos psicológico.
En lo que respecta al maltrato físico, existen pruebas médicas que pueden confirmarlo o no. Si es necesario, se llevarán a cabo. En el caso de comprobar el maltrato psicológico, la ayuda de un experto en la materia ayudará sin duda.
Lo importante ante los primeros síntomas, que se aprecian claramente en el trato del día a día, es intentar el diálogo con el joven. Encontrar el origen de este comportamiento es importante para iniciar un tratamiento adecuado y satisfactorio.
Debes entender que, en muchos casos, este síndrome no responde a un capricho del hijastro o hijastra. A veces, este comportamiento se debe a la no superación de una etapa traumática. La pérdida de la madre por fallecimiento o abandono, así como la separación de los padres biológicos suelen causar este síndrome.
Cómo tratarlo
Tratar el síndrome de Cenicienta implica indagar en el interior de los jóvenes que lo padecen. Comprender las circunstancias individuales es muy importante. Como te mostrábamos antes, en relación al maltrato infantil, se convierte en imprescindible analizar cada caso.
Este síndrome es complejo en el modo en que se debe comprender al adolescente en el sentido de sus actos. La pregunta que debemos hacernos es por qué un determinado joven demoniza así a su madrastra. Una vez que se han descartado posibles maltratos por parte del adulto, debemos adentrarnos en el psicoanálisis.
La terapia psicológica, a veces individual y otras en familia, puede ayudar a combatir este síndrome, nacido a veces por miedos o no haber superado el duelo. El psicólogo puede proponer continuar la terapia en casa, ya que será necesario un seguimiento constante.
El fin de la terapia coincide con la aceptación del joven ante la nueva situación, que implica la convivencia con la madrastra.
Aunque este síndrome no siempre es sencillo de detectar, puede superarse gracias a la terapia psicológica. Muchas veces el problema de fondo es consecuencia de un trauma, que el experto debe investigar.