Los emperadores romanos tenían la potestad sobre la vida o la muerte de una persona solo levantando o bajando el pulgar. Eran los representantes de los dioses en la vida terrenal. Con esta metáfora se denomina el síndrome del emperador, una patología que cada vez más niños sufren. Te explicamos todo lo que debes saber sobre este síndrome en nuestro post. Fórmate profesionalmente son nuestro máster en psicología infantil y adolescente y pedagogía Montessori.
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¿Qué es el síndrome del emperador?
Este síndrome afecta a aquellos niños que se comportan de una forma tirana hacia sus padres. Niños demasiado agresivos, empoderados y poco empáticos para su edad y desarrollo, incluso pueden llegar a maltratar a sus progenitores si no tienen lo que quieren. De primeras podemos pensar que según que conducta puede resultar inofensivas pero muchas veces se puede agravar. Se trata de un problema de gravedad que pueden derivar a maltrato psicológico, incluso físico.
Características
Aunque cada niño es un mundo, existen unas pautas de comportamiento que comparten.
Egocentrismo
Los niños con el síndrome del emperador suelen tener un sentido exagerado de lo que les corresponde. Esperan que los demás les proporcionen todo lo que quieren o necesitan.
Son niños muy centrados en sí mismos y creen que son el centro del universo. Quieren y necesitan ser siempre el centro de atención y cuanta más se les da, más reclaman. Piden hasta el extremo de exigir lo que quieren y una vez conseguido, muestran su insatisfacción y vuelven a pedir.
Inteligencia emocional
Aunque sienten lo mismo que los demás, no logran identificar ni entender las emociones que los otros expresan. Puede decirse que tienen una fuerte falta de empatía. No se dan cuenta cómo pueden afectar sus conductas negativas a los demás. Por ende, les cuesta sentir culpabilidad o remordimiento por sus actos.
Presentan escasos recursos para solucionar problemas o para afrontar situaciones negativas. Buscan justificaciones de sus conductas en el exterior, buscando culpables d ello que ellos han hecho. Esperan que sean los demás quien les solucionen sus problemas, porque se lo deben.
Les cuesta adaptarse a demandas en situaciones que ocurren fuera del núcleo familiar. No responden bien a las estructuras sociales, sobretodo en la escuela, ya que no entienden las figuras de autoridad.
Síntomas y señales de alerta
Nos referimos con este nombre a niños que presentan determinadas características que no concuerdan con su edad ni su etapa del desarrollo. Se trata de niños de clase no marginal que mientras vive en casa manipula a sus padres y usa medios negativos para obtener lo que ellos desean. Si el menor consigue coger la sartén por el mango puede estar más motivado por el sentimiento de poder y disfrutar del dominio de la situación.
Hay que estar alerta si el pequeño, de manera sistemática, impone su voluntad o tiene rabietas significativas en lugares públicos o delante de toda la familia. Otro factor clave que nos alertará del comportamiento del niño es si siempre, haga lo que haga, se sale con la suya. Pueden utilizar el chantaje emocional, incluso la violencia psicológica para hacer lo que ellos quieren.
Variables del síndrome del emperador
Después de estudios psicológicos y pedagógicos se han establecido dos tipos de niños emperadores. Dependiendo del comportamiento del pequeño tirano existen dos variables presentes del síntoma.
El tirano envidioso
Esta variante engloba todo aquel niño que piensa que la vida le ha privado de cosas y cualidades que los demás sí tienen. Esta situación es intolerable para él y tiene que modificarse. Como la vida le ha ofendido, el único remedio es la venganza.
El tirano narcisista
El niño narcisista siente las emociones con la misma intensidad que los demás, pero no tienen empatía. No entienden las emociones de los demás. Pueden perder las relaciones con la gente que les importa, ya que, al no responder ante las necesidades emocionales de estos, los abandonan.
¿Mi hijo tiene el síndrome del emperador?
A partir de los 6-11 años es cuando se pueden empezar a observar los primeros signos de alarma. Pueden tener dificultad para desarrollar emociones como la empatía, el amor, el cariño… el niño se ve incapaz de mostrar arrepentimiento o culpa por sus acciones negativas o violentas hacia sus progenitores. No entienden el significado de los castigos y no aprenden de los errores cometidos. Finalmente se muestra desafiante y miente de forma reiterada a sus hermanos o amigos. Si los hijos presentan estos signos, es muy recomendable que los padres consulten con un especialista.
Es a partir de la preadolescencia cuando estos signos se manifiestan de una manera más intensa si antes no se ha tratado. El comportamiento desafiante y violento del joven puede durar varios años, si la situación no cambia.
Cómo evitarlo
Delante de un niño tirano, se debe actuar lo antes posible, ya que cuanto antes se discipline conseguiremos mejores resultados. Existen algunas pautas que debemos seguir para evitar el síndrome.
Normas
Se deben aplicar y explicar las normas para que los niños entiendan que hay unos límites que no se deben traspasar. La existencia de reglas y tareas acordes a su edad para que aprendan lo que es la autonomía y la responsabilidad. Algunas reglas pueden ser inamovibles y otras se pueden negociar, pero el niño debe entender que saltárselas conlleva a unas consecuencias.
Se deben predicar las normas dando ejemplo. No podemos prohibir al niño que no insulte si siempre oye a los padres saltarse la misma norma. Los padres son el modelo de referencia de los más pequeños, por eso debemos actuar como quisiéramos que el niño actuase.
Violencia
Debemos ser intolerantes delante de actuaciones de violencia. Como también de rabietas exageradas y conductas negativas. Tolerancia cero ante cualquier tipo de violencia.
Para ello se debe favorecer una buena comunicación entre padres e hijo, sin insultos ni amenazas. Explicar como nos sentimos y forzar a que el niño nos lo cuente también es una buena forma de actuación.
Empatía
Se debe fomentar la empatía para que el niño entienda cómo se sienten las otras personas y cómo les pueden afectar sus actos. Desde bien pequeño debe aprender a ponerse en la piel de los demás.